Adiós marinero. Experiencias de duelo

No siempre hemos tenido un padre o una madre suficientemente bueno/a. Pero cuando su vida termina muchas veces nos encontramos que el dolor de la pérdida aparece igualmente.

Te acompaño este fin de semana a despedirte. Quieres cuidar este momento íntimo con tu padre. Se ha marchado antes de lo que estaba previsto. Era mayor pero no parecía que fuera su momento y te ha pillado por sorpresa. La muerte es un proceso natural a cierta edad. No obstante, cuando te toca a ti nunca te pilla preparado.

Te mueves entre el alivio de que ha sido sido algo rápido, indoloro, en su casa y el dolor de su ausencia. Él estuvo mucho tiempo ausente, no te nutrió como un buen padre. Estuvo mucho tiempo perdido en su propio egoísmo, su propia negligencia para cuidar de sí mismo y como no…también negligente para cuidar de sus hijos/as.

Con el tiempo fuiste entendiendo que es mejor perdonar que «morir por dentro» perdido en los reproches,  y te acercaste nuevamente a él. Hoy, cuando ya se ha marchado, eres tú el que te cuestionas algunos comportamientos. Te dices que quizás podías haber sido más cariñoso en los últimos tiempos, más alegre y comprensible. Lo que sí es verdad es que fuiste el mejor hijo que pudiste. Te lamiste tus heridas de abandono y seguiste mirándolo de frente. Las  heridas estaban aún tiernas pero tú seguías dejándolas libres para que el aire pudiera irlas secando poco a poco hasta ir cicatrizando y sanando.

Ahora lo tienes entre tus manos, convertido en cenizas te lo llevas a casa.

Una urna biodegradable alberga sus restos.urna Con mimo lo colocas en una posición que no corra peligro, dirigiéndote en un pequeño viaje al que será su última morada. Su urna la arrojarás en ese Mar Menor que él tanto amó. Ese mar que después, también tú amaste.

Este rito de despedida es tuyo, es tu última dedicatoria y lo planificas con mimo para tú sentirte protegido por el amor, el respeto, el cuidado que tu dolor necesita. Quieres un momento de intimidad y calma en el que poder abandonarte a tu sentir. No fue el padre perfecto, lo sabes. Pero lo fue. Con sus aciertos y errores podías vivir pero ahora te enfrentas a su eterna ausencia que desemboca en el desamparo que recorre tu espalda con un escalofrío.

«Gracias por tus enseñanzas»

«Gracias por darme la vida»

«Adiós, ya nos encontraremos»

Levantas la urna y la dejas caer por la borda. El ruido que hace al caer al agua nos indica que todo ha terminado ya. Tus ojos miran intentando divisar dónde la urna llega y yo te miro y te veo a ti, tu dolor y a la vez miro mi dolor, mi urna, las cenizas que yo hace doce años echaba en el puente de Córdoba.

Y las cenizas de tu padre se mezclan con las cenizas de mi madre y tu presente se funde con mi pasado y mi experiencia me conecta aún más con tu experiencia.

Estás ahí y te miro y veo al adulto y al niño sentados, temblando desamparados. Y por fin puedo abrazarte y en ese abrazo te entrego todo lo que tengo para ti, el mejor antídoto para tu dolor. Mi amor, mi respeto, mi cuidado, mi entendimiento, mi protección. Mis conocimientos y también mi experiencia. Estoy presente por y para tu dolor, eres libre para quitarte la coraza…  Me siento privilegiada de poder acompañarte, un respeto profundo hacia tu dolor me hace abrazarte más fuerte. Un reconocimiento de la importancia que tiene ese momento me hace mantenerme pegada muy atenta a ti a lo que puedes necesitar , a lo que no quieras pedir.

Y entonces las emociones van llegando… y con su expresión el cuerpo se relaja.

Llegamos a tierra, te siento más ligero. Necesitas hablar y te escucho. Con la marcha del padre se reavivan los recuerdos de aquel momento en el que tu madre también emprendió su viaje. Aquellos acontecimientos se agolpan en la mente y en el corazón. La cabeza se enturbia, las palabras se escupen y los latidos se aceleran con el calor del miedo. De repente el hombre adulto se acurruca en la esquina del cuarto oscuro junto al niño que tembloroso balbucea ¿qué será de mí ahora que ya no os tengo?

Estoy presente ahora y más tarde. Cuando me necesites ahí estaré. El camino del duelo acaba de iniciarse. No podemos saber exactamente el tiempo que vas a necesitar,  lo que va a pasar, cómo lo sentirás y gestionarás. Cada corazón dolido es único y como tal lo mimaremos. No tengas miedo. No estás solo. Detrás de tus pasos vigilan los míos.

Un abrazo

manos

Marta Gómez de la Vega

Psicóloga-psicoterapeuta Humanista Integrativa

http://www.galenemurcia.es

instituto@galenemurcia.es

5 comentarios sobre “Adiós marinero. Experiencias de duelo

  1. Felicidades por este relato, Marta. Es precioso, emocionante, poético… y además refleja perfectamente la manera cómo tu entiendes el acompañamiento en el duelo (o eso creo yo). Desconozco si es una historia real o una ficción pero en todo caso, has expresado muy bien la ambivalencia en la que nos podemos mover ante la pérdida de un ser querido que no siempre dio todo lo que esperábamos… Os acompaño en el sentimiento, sea real o el de ficción, me he sentido en comunión con vuestra historia.
    Que penita me da que no participes en nuestro proyecto pero sé que haces un gran trabajo que admiro profundamente y sé que antes o después podremos colaborar juntas.

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  2. Muchas gracias Begoña. Agradezco tus bellas palabras hacia mi relato y mi trabajo. Yo también estoy convencida de que habrá un momento que colaboraremos juntas pues llevamos tiempo siguiéndonos en la distancia y nuestro camino tarde o temprano se unirá para hacer un trabajo maravilloso. Seguro! Un abrazo fuerte

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  3. He leido esa carta ADIOS MARINERO, y pienso en mis hijos, que tienen un padré así, se despegó de ellos, y afortunadamente, no le deben nada, sin embargo, les veo cierta similitud a esa carta, donde un hijo se dirige a su padre, con unos cuidados no demasiado merecidos, pero hechos, tal vez no con el corazón, pero con la mente mente abierta a entender un comportamiento inentendible, en el caso de mis hijos no serian…..GRACIAS POR TUS ENSEÑANZAS, porque no las tuvieron Y TAL VEZ POR DARLES LA VIDA……QUE TAMPOCO…..ESO FUÉ UNA COLABORACIÓN……la vida se la dí yo.
    POR ESO LA DESPEDIDA ES TAN FRIA…….YA NOS ENCONTRAREMOS

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    1. Querida Teresa. En primer lugar gracias por leerme y por tu opinión. Entiendo lo que comentas y entiendo la emoción que explicas desde tu persona. Como madre que protege a sus hijos/as. No obstante, la experiencia como mujer y madre nunca es la de los hijos/as. Hay muchas cuestiones que cada uno/a vivimos, interpretamos y sentimos de forma distinta. Lo que dices en tu comentario es tu experiencia, tu emoción que nunca será la misma que la de tus hijos y tampoco la experiencia de la persona que insopiró este relato. El perdón es un proceso distinto para cada uno de nosotros/as y en este relato lo que está debajo es ese proceso de duelo, también es el proceso de perdón a ese padre no suficientemente bueno… la reconciliación de una persona con su historia, con su pasado en el que se sufrió ese daño, esa ausencia. La mirada con que cada uno de nosotros/as afrontamos este relato es la mirada que hacemos con las gafas de nuestra experiencia. Te mando un abrazo muy grande.

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